Yapeyú, el fruto maduro
Tal es, en guaraní, el significado mas aceptado del vocablo "Yapeyú"
Un fruto que merece recogerse y saborearse... porque ya está en sazón.
Para gozar, a un tiempo, la triple experiencia de sus fascinantes Ruinas Jesuíticas, la recreación de la nińez de San Martín y su inspirada geografía actual, junto al río en sazón.
Porque en ningún otro lugar de nuestra América se une tanto la riqueza histórica con la delicia actual como en este casi desconocido Yapeyú, humilde y milagroso, intacto, entrańable, al que cada viajero o turista siente como un descubrimiento personal.
Primero fue la mas importante de las Misiones. Después nada menos que la tierra del pequeńo gran José Francisco de San Martín, la infancia de la patria. Después hubo invasiones, depredaciones y refundaciones. Todo un pasado prodigioso -el nuestro- que se nos hace presente.
Paisaje encantado, bosques naturales, curiosa pesca, la aventura cercana a la caza, la presencia mágica de la Ruta Jesuítica.
Visita guiada a una apasionante historia
Fundada el 4 de febrero de 1627 por los padres jesuitas Nicolás Mastrili Durán, Roque González (Hoy declarado santo) y Pedro Romero.
Muy pronto esta villa se convirtió en una de las reducciones mas florecientes llegando a tener en el ańo 1767 -fecha de expulsión de los jesuitas- una población de 8.000 almas y 80.000 cabezas de ganado vacuno. Funcionaba un astillero y una reputada escuela de música, se fabricaban instrumentos musicales.
Yapeyú alcanzó así, el destacado sitial de segunda ciudad en la Gobernación del Río de la Plata, luego de Santa María de los Buenos Aires.
La villa se desarrolló con tan florecimiento que llegó a ser la más importante de las 33 reducciones jesuíticas fundadas en el territorio guaraní.
25 de febrero de 1778
Nace José Francisco de San Martín
Yapeyú, cuna de nuestra propia historia.
En abril de 1775, el padre de José Francisco fue nombrado Teniente de Gobernador de Yapeyú. Se instaló con su familia en la residencia oficial de los gobernadores: un pequeńo fuerte, una sucesión de cuartos, una caballeriza y un sector residencial propiamente dicho. Allí nació nuestro héroe. Allí aprendió a rezar y sońar. Podemos imaginarlo vivamente en sus primeros días y juegos, a la sombra de la piedra y el adobe, o asomando al espejo sońoliento del Río Uruguay. Podemos revivir sus primeros asombros: peces como el dorado, el surubí, el pacú, que dilatarían sus pupilas. Pájaros como el cardenal amarillo, el copete rojo, el pitogüé, la calandria, que poblarían el paisaje sonoro y visual de su primera infancia.
Maravillas que están, todavía vivas, ahí. Como aquel glorioso 25 de febrero, en que nació nuestro Libertador.
1817: Yapeyú, tierra épica
Con el correr de los ańos, Yapeyú conoció la decadencia de los pueblos jesuíticos hasta que, en 1817, fue incendiada y casi destruida, cuando entró a saqueo el ejército portugués del Marqués de Alderete, al mando del Brigadier Francisco de los santos Chagas.
Pero una gran semilla había fecundado allí 43 ańos mas tarde la Legislatura de Corrientes resolvió establecer el antiguo pueblo de Yapeyú, en virtud de ser "el lugar de nacimiento de aquel ilustre guerrero de nuestra independencia política", se le llama José de San Martín.
1889: Otra vez Yapeyú.
En una iniciativa que tiende a revindicar toda la gloria del lugar, el 31 de julio de 1889 se le restituye el antiguo nombre de Yapeyú, merced a un petitorio formulado al Gobernador Juan Esteban Martínez.
En 1924 se sanciona la ley emanada de un proyecto del Dr. Beltrán, que protege las ruinas de la casa del prócer. El 17 de agosto de 1938 se inaugura el templete que recubre actualmente las ruinas.
1978: Yapeyú a la altura de si misma.
Por Decreto Provincial Nº 3995/77 se resuelve recuperar el patrimonio histórico de Yapeyú y dotarla de las más moderna infraestructura de servicios turísticos. Obra que se realiza en un tiempo record de 100 días, poniendo a Yapeyú, a partir de 1978, a la altura de su gloria.
Yapeyú, monumento viviente.
Visitar Yapeyú de hoy es penetrar en la infinita riqueza de un tesoro donde se fusionan el arte, la historia y la cultura.
Desde el trazado original del pueblo, en su arquitectura, en los materiales utilizados en la construcción y en el paisaje natural de la región, se descubre una atmósfera única. Todos los lugares de Yapeyú hablan al visitante íntimamente. Visitar Yapeyú es vivir plenamente en las páginas multicolores del libro de la Patria. Yapeyú representa su despertar.
Porque ese paisaje, ese marco natural, es el que vio nacer al padre de la Patria.